viernes, 3 de mayo de 2019

MACHU PICCHU: EJEMPLO DE TURISMO SOSTENIBLE



El Parque Arqueológico Nacional de Machu Picchu es un área cultural y natural con una extensión de 37.302 hectáreas, constituye una de las áreas con mayor biodiversidad del Perú y alberga más de 60 monumentos arqueológicos articulados mediante una compleja red de caminos Inca.

El monumento más importante es la llaqta o Ciudad Inca de Machu Picchu, que fue planificada y construida alrededor del año 1450 d.C. durante el gobierno del Inca Pachakuti y ubicada a 2.430 metros de altura. Fue declarado Santuario Histórico Peruano en 1981 y está en la Lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 1983, como parte de todo un conjunto cultural y ecológico conocido bajo la denominación Santuario histórico de Machu Picchu. El 7 de julio de 2007 Machu Picchu fue declarada como una de las nuevas siete maravillas del mundo moderno en una ceremonia realizada en Lisboa (Portugal), que contó con la participación de cien millones de votantes en el mundo entero. 

Por estas y otras razones, Machu Picchu es el destino favorito de muchos turistas, con las implicaciones que esto conlleva. La afluencia de turistas, que se multiplicó desde que Machu Picchu fue seleccionado como Patrimonio de la Humanidad, constituye uno de los principales motores económicos de Perú, que difícilmente podría prescindir de los ingresos que genera la explotación del santuario. Pero, el mal manejo de sus residuos sólidos, la gran mayoría producto del turismo, puso sobre la mesa la posibilidad de que la Unesco le retirara su estatus de Patrimonio de la Humanidad. 

Sin embargo, la respuesta peruana fue inmediata y teniendo en mente que Machu Picchu como recurso económico “natural” de Perú, no podría sobrevivir “de ninguna manera” si se explotara sin tener en cuenta principios sostenibles, surgieron iniciativas que ya fueron implementadas para hacer de Machu Picchu la primera comunidad en Latinoamérica en reciclar el 100% de sus residuos sólidos y convertirlos en “un recurso en lugar de un problema” y su población en “un modelo de ciudad sostenible”.

Así pues, se inauguró una planta de tratamiento de residuos orgánicos en Machu Picchu que permitirá procesar las 8 toneladas de desechos diarios que genera el turismo y convertirlas en biocarbón, un poderoso fertilizante que se empleará para impulsar la reforestación del parque natural que alberga la ciudadela.

La formidable ciudadela peruana de Machu Picchu ha encontrado en el reciclaje, la sostenibilidad y la economía circular el camino para su salvación frente al acoso que supone la explotación turística y los residuos que asedian este Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Esta planta se une a otras dos que ya existen en la zona, una que transforma en biodiésel y glicerina el aceite usado por 200 hoteles y restaurantes que operan al pie de las ruinas y otra que compacta los cientos de kilos de plásticos que dejan cada día los 4.000 visitantes que acceden al área protegida del santuario.

En ese sentido, Liza Masías, responsable de mercadeo de la cadena de hoteles ecológicos Inkaterra en Perú, reafirmó la importancia cada vez mayor que tiene para las empresas incorporar la sostenibilidad ecológica de sus proyectos, algo que tiene “un costo mínimo” pero que redunda ampliamente en sus resultados. El problema ambiental y de preservación arqueológica del impresionante monumento no es menor, ya que el santuario está ubicado en un área remota de la selva montañosa tropical peruana, cuyo único acceso es por ferrocarril.

Así, según indicó a EFE Albina Ruíz, viceministra de gestión ambiental del país andino, las políticas públicas apuestan por impulsar la economía circular, lo que incluye al turismo.

Tenemos que trabajar dos temas: el consumo y la producción sostenibles. Tenemos que cambiar de mentalidad, hay que consumir productos que sean reciclables o reutilizables, y el productor debe hacer productos que duren más en el ambiente”, afirmó.

Desde la cima de la montaña donde se asienta la ciudadela, el arqueólogo José Bastante, jefe del parque nacional y responsable de la reserva cultural y natural, coincidió con este enfoque así como con la necesidad de equilibrar la explotación con la preservación.

Con controles y normas “más precisas”, como el ordenamiento de las entradas con horarios y circuitos fijos, aún queda “Machu Picchu para rato”, añadió el arqueólogo, ya que son medidas que “el mundo tiene que entender”.

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